Por los que ya no están

Ruta del Peregrino Talpa de Allende

Por los que ya no están

Ruta del Peregrino Talpa de Allende

Si por cada kilómetro recorrido
Pudiera darte un segundo más de vida
Caminaría mil vueltas a la tierra
Tan solo para tenerte otra vez vida mía.

Son muchos. Vienen a pie, vienen en silencio. Llegaron en caballos, en autobuses, o como pudieron. Son cientos de miles, entre todos forman los ríos de gente que parten los cerros. Caminan por aquellos que ya no están, aquellos que un día comieron, rieron, soñaron, lloraron. Su caminata, también, se convierte en la plegaria más pura suplicando por un milagro para los que se quedaron en casa. También vienen por ellos mismos, por agradecimiento, por culpa, por desesperación, por sanación y por tradición.

La muerte flota en el aire que se respira en la ruta, se siente como la humedad del trópico que hace que cueste trabajo respirar. Aquí está el eco del grito de los que murieron y de los que aun viven. Un grito que todo lo rompe, el de la herida que quizá no podrá cicatrizar jamás, el de perder a un ser querido. Es tan real, que hace que la mente se atreva a ordenar al cuerpo caminar la hazaña que en otras circunstancias sería imposible.

Caminan como si no pesara, van al ritmo de la música de banda, cansados, pero con el ánimo que solo la fe provee. Van a llegar, a pesar de las ampollas de los pies, las torceduras y los músculos cansados, a pesar del mal comer, del mal dormir y de la mente que les espeta que deben renunciar.

Son muchos. De todas las edades, clases sociales y condiciones físicas. Caminan bajo los rayos del sol ardiente y de la luna que refresca. Caminan por sus sufrimientos. Por algo más grande que ellos. Se apoyan en el sentido de hermandad y comunidad que abunda en el ambiente. Todos por un mismo objetivo: llegar a honrar a la milagrosa Señora del Rosario de Talpa.

Han pasado más de 200 años, desde que los peregrinos comenzaron a recorrer los 117 km que cruzan los suelos áridos de las montañas de la sierra madre occidental. En la actualidad, la ruta del peregrino es transitada aproximadamente por 3 millones de fieles al año. Muchos llevan en su espalda una cruz con el nombre del fallecido, la llevan como símbolo de su último recorrido el cual quedará perpetuado al clavarla en el cerro del espinazo del diablo.

¿Qué pasaría si los pensamientos se escucharan? Si el silencio de sus bocas no fuera suficiente para contener lo que la mente agitada grita. ¿Qué tantas historias contarían? ¿En quién pensarían cada que el cansancio les rogara por descanso? Camina peregrino, camina despreocupado, siente la vida en cada paso, camina hasta que un día, una cruz con tu nombre suba en la espalda de alguien más.